viernes, 3 de junio de 2011

¿QUIÉN SE VIENE A LA “PLAYA”?

¿QUIÉN SE VIENE A LA “PLAYA”?

El noviciado es una de las etapas más importantes en la formación de un religioso y, por supuesto, de una Esclava del Sagrado Corazón.

...Y, ¿por qué es tan importante?

Es la etapa en lo que lo fundamental es “lo espiritual”. La persona que está en el noviciado, ha sentido la llamada de Dios a vivir como Jesús vivió y al estilo del fundador, fundadora en mi caso: Sta. Rafaela María. Para ello tiene que “conocer” y “querer” a Cristo y su mensaje; intimar con Él, escuchar a fondo, mirar, palpar... como fue su vida; hacer suyo sus criterios, su manera de relacionarse con los demás, sus prioridades... Igual sucede con la Fundadora. Una va descubriendo cuál es el carisma, cómo comenzó, en qué está fundamentado y cómo se va haciendo vida en el día a día. No es un conocimiento intelectual. Es el proceso de adentrarte en una persona, Cristo, y dejar que te sorprenda y te enamore.

El noviciado es como el DESIERTO. En tu soledad, no puedes escapar de ti misma, de quién eres, cómo eres y cómo te sueña Dios. En tu soledad, te vas encontrando con Él, Cristo, que te va seduciendo, te va haciéndote poquito a poco más suya. Y mirarle y soñar y desear y adentrarte más y más en su corazón. El desierto es una imagen sugerente y bonita... quizá a mí me gusta más decir que el noviciado es como LA PLAYA. Te despojas: dejas tu trabajo, tus tareas para ir a la playa; te quitas la ropa, todo lo que te estorba para poder tomar el sol o bañarte; dejas que el sol te caliente, te broncee; tú no puedes hacer nada, sólo exponerte al sol. Te adentras sin miedo en el mar, sin miedo; con la sensación de pequeñez en medio de la inmensidad del mar, y el agua te refresca, te alienta, te da hambre de otras cosas... A veces no te adentras en el mar, pero lo miras y casi sientes la misma sensación...

Para mí el noviciado fue un tiempo precioso, difícil, en algunas ocasiones duro, pero también en muchas otras, un tiempo feliz. Esa “soledad” del desierto es necesaria. No es sentirte sola; aunque es necesario estar sola. Es sentirte acompañada siempre; es saber estar sola. Para meterte en el mar, es necesaria esa soledad. Y a la vez que experimenté profundamente esa sana y madura soledad, viví la riqueza del grupo. De un grupo de novicias, cada una en su propio proceso, pero todas buscando al Señor y configurarnos con Él. Riqueza, por todo lo que supone un grupo para conocerte más y limar tus aristas, por la alegría de gente joven sana capaz de disfrutar unas de otras, reír, cantar, hacer deporte, inventar; por la oportunidad de compartir lo que significa seguir a Cristo como Esclavas, las inquietudes, los problemas, los interrogantes.

Es la época de leer y gustar, no leer para examinarte; la época de mirar y dejar que suscite en ti; la época de orar y disfrutar, y preguntar y buscar, y reír y llorar con el Señor, y dejar que Él entre hasta el fondo de tu vida; es la época de ser acompañado. Aunque vivir acompañándose es importante siempre, en este momento más. Un instrumento del camino que compromete pero que hace crecer.

Recuerdo las palabras de mi maestra de novicias el día que entré en el noviciado. Eran exigentes, pero en vez de suscitar miedo o inseguridad, me llenaron de una confianza enorme en el Señor, "De Él había sido la idea, no mía. Él sabría lo que hacer". Y por dentro me llené de alegría, de una ilusión enorme y de grandes deseos. Lo recuerdo y sonrío, y me doy cuenta de que ahora mismo, veintitrés años después, siento lo mismo: confianza en Dios, mucha ilusión y muchos deseos...

Ángela Galeano (lala), aci

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